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“Rilke halló las palabras precisas para expresar ese amor que tanto necesitamos y del que raramente somos capaces: ‘Dos soledades que se protegen, se complementan, se limitan y se inclinan una hacia la otra’. Esta belleza suena a cierta. El amor no es lo contrario de la soledad; es la soledad compartida, habitada, iluminada –y a veces ensombrecida– por la soledad del otro. El amor es soledad, siempre, y no porque la soledad sea amorosa, sino porque todo amor es solitario. Nadie puede amar en nuestro lugar, ni en nosotros, ni como si fuera nosotros. Este desierto, en torno de sí mismos o del objeto amado, es el amor mismo.”
El amor la soledad, de André Compte-Sponville, Paidós.