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Se trata de una hermandad oriental secreta que se cree que aún existe: mujeres que buscan la iluminación a base de saborear penes con maestría.

Las tigresas blancas, como se les conoce a estas diosas del sexo oral, son mujeres taoístas que practican felaciones para alcanzar la inmortalidad espiritual. Convertirse en una de ellas es un arduo proceso que requiere de nueve años de práctica intensa, divididos en tres periodos de tres años cada uno. El primero, de restauración, tiene el objetivo de retrasar el envejecimiento, y en él se practican felaciones con el mayor número de hombres, para aprovechar los múltiples beneficios de la energía sexual, la más poderosa de todas las que dispone el ser humano, según esta creencia. Los otros dos periodos: de conservación y de refinamiento, acumulan el chi (energía vital) y refinan el shen (espíritu y conciencia), respectivamente.

Son mujeres solitarias, sin pareja estable, pero con muchos amantes (dragones verdes), a quienes ven sólo para actividades sexuales. Antiguamente solían tener mecenas, el Dragón de Jade, quien se beneficiaba una vez a la semana de los avances de la tigresa. Otro privilegio del Dragón era presenciar, sin ser visto, las felaciones de su tigresa, pero sin masturbarse y mucho menos eyacular.

El único documento fiable sobre esta orden secreta es el libro Enseñanzas sexuales de la tigresa blanca: los secretos de las maestras taoístas, de Hsi Lai (Obelisco). El autor, un experto en taoísmo, entró en contacto con Madame Lin, la matriarca de un distinguido linaje de tigresas blancas, quien le reveló algunos de los muchos protocolos y métodos que utilizan estas mujeres para conseguir sus fines. Las conversaciones tuvieron lugar en 1986 en Taipei y, por aquella época todavía existían, según cuenta el autor, grupos de estas mujeres en Taiwán, Japón, Tailandia, Hong Kong, Corea y Estados Unidos.

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Para conseguir a sus amantes, estas mujeres despliegan dos armas infalibles: la sumisión y el exhibicionismo. En el libro de Lai, Madame Lin dice: “la sumisión es el estado más natural y beneficioso en el que puede sumirse una mujer, ya que el hecho de someterse es la forma más poderosa de dominar al otro”. La práctica de la felación puede ser vista como un acto servil de la mujer hacia el hombre, sin embargo, ¿quién tiene en realidad el poder cuando el miembro de él está entre los dientes de ella?

En cuanto al exhibicionismo, las tigresas usan ropa provocativa y aprovechan cualquier circunstancia para activar el deseo. Casi todas comparten ciertos rasgos: una melena infinita que no pueden cortar, labios rojos y carnosos, uñas largas y pintadas, pubis afeitado y cintura muy estrecha. La flexibilidad que lograban alcanzar permitía a algunas tigresas hacerse cunnilingus ellas mismas.

Se cree que la orden tuvo su origen en el 2.500 ac, en China, su situación actual se desconoce. Aunque la felación es su principal actividad sexual, practican otras en contadas ocasiones, como el sexo anal o en grupo (en el que sólo puede haber una mujer).

¿Por qué se concentran en la felación? Argumentan el placer de volver a la fase oral de la infancia, cuando la boca es el órgano de exploración primordial; aumenta la circulación sanguínea en la cara y pone en funcionamiento un montón de músculos faciales que generalmente no utilizamos; se respira por la nariz y no por la boca;  se segrega saliva, que se forma de ciertos nutrientes que se redistribuyen en el cuerpo; se toma líquido seminal que se cree ayuda a que la mujer recupere su juventud y vitalidad, y por supuesto semen, que las tigresas nunca se tragan, sino que se lo esparcen por la cara y pechos, a modo de mascarilla de belleza.

La revolución de Mao, en 1949, arrestó a miembros de distintos grupos de cultos sexuales, entre ellos a Madame Lin, que pasó un breve periodo en prisión, y desde entonces estas sociedades se volvieron secretas…