El tabaco después del sexo es una imagen muy recurrente en las pelis. Ni siquiera necesitamos ver escenas explícitas de sexo para saber que si aparece una pareja en la cama fumando un cigarrillo, es porque acaban de hacer el amor.
El cliché sigue teniendo vigencia total en la realidad. Basta abordar el tema con cualquier fumador (o pareja de fumador), para comprobar que es un fiel reflejo de muchísimas experiencias de alcoba.
Cualquiera que fume sabe que ESE cigarro (así, con mayúsculas) es el preferido, superando incluso al esperado tabaco que, después de una buena comilona, acompaña a la sobremesa.
Francesca Twinn, en su libro The Miscellany of Sex, achaca ese placer a la posibilidad de continuar saboreando los momentos que acaban de terminar.
La oportunidad del fumador de intentar permanecer por más tiempo en el éxtasis experimentado, nos remite al uso que se le daba al tabaco en las culturas precolombinas, donde era utilizado para detener el pensamiento y enfocarse, centrándose en el momento presente y en uno mismo.
Y es cierto, cuando un fumador enciende un cigarro, esté donde esté y cualquiera que sea el momento en el que lo haga, se siente como en casa y muy consigo mismo, al menos por unos instantes.
Por otro lado, cuando los grupos indígenas fumaban en grupo (la famosa pipa de la paz), era para estrechar lazos entre unos y otros, mezclando e integrando las energías como una forma de cimentar la unión, dejando ir las diferencias al inhalar el mismo humo.
Tal vez el inconsciente colectivo de los fumadores del mundo se ha encargado de continuar la sacralización del tabaco, después de la comunión sexual.
Resulta interesante también que en las ceremonias con plantas de poder (como ayahuasca, hongos o peyote), si viene una reflexión a la mente que se quiera retener, el chamán a cargo suele recomendar fumar un poco de tabaco (mapuche). Es decir, se usa el tabaco para fijar en la memoria algún asunto que no se desea olvidar.
Así que en esta ocasión diferimos de Woody Allen cuando dijo: “si fumas después del sexo es que lo hiciste muy rápido”.
Sin importar la duración del encuentro, se trate de un rapidín o de un largo y concienzudo acto sexual, si uno de los protagonistas fuma, se prenderá un cigarrillo al terminar el coito, y lo disfrutará como el mejor postre posible después de un delicioso festín.